El viñedo

Arrelados a Tiana

Movido por el entusiasmo en el año 2018 cogí este viñedo situado en un entorno privilegiado, regado por el aire del Mediterráneo y sobre una colina con vistas a las masías de Tiana y al mar. Pero no todo era idílico, puesto que en realidad, me encontré con una especie de vertedero y un estado de la viña muy pobre; pocas uvas y sarmientos muy cortos y pequeños. En la casita de herramientas me encontré una cantidad muy importante de sacos de azufre y nitratos. Azufre para combatir las enfermedades que los hongos producían en las hojas de las cepas y nitratos para abonar y fertilizar los campos y aumentar el vigor de la planta.

El primer objetivo fue limpiar el viñedo y perímetro para evitar la entrada de jabalíes. Había que arremangarse y así lo hicimos con la ayuda de familia y amigos. Pero después de limpiar el viñedo de escombros, neveras, lavavajillas, uralitas, bidones químicos, hierros, vidrios, ladrillos, encofrados y restos de la construcción, no tuve tiempo en labrar la viña.

Había momentos de desesperanza, ya que como no labré, empezó a salir hierba de entre las cepas. Muchísima. Las enfermedades continuaron atacando el viñedo, pero convencido de que las cosas se tenían que hacer diferente y con la experiencia de haber trabajado en diferentes proyectos la agricultura regenerativa, no tiré el azufre guardado en la casita, deshice junto con 25 toneladas de escombros y 148 bidones azules donde se acumulaba el agua de lluvia y que a la vez era nido del mosquito tigre.

Así, entre escombros y malas noticias perdí en 2.018 y 2.019. Y llegó en el 2020 y la maldita pandemia. Ahora me doy cuenta de que todo aquel trabajo fue en realidad el mejor de los aprendizajes. Mientras todo el mundo estaba en casa, aproveché para emparrar la viña con palos de acero galvanizado, porque si conseguía más exposición solar, la planta haría mejor la fotosíntesis y conseguiría más reservas en las raíces en forma de almidón, para tener una mejor brotación en la primavera.

El resultado de una forma de entender el territorio que busca en definitiva, regenerar el suelo y tener unas cepas en equilibrio para ofrecer el mejor vino y cava..

Mientras tanto aún no labraba, sin quitar las hierbas entre las cepas ni fertilizar con nitratos ni fórmulas de síntesis a base de Nitrógeno, (N), Fósforo, (P), y Potasio, (K).

En verano del 2020, con el viñedo limpio, y unas cepas más ufanas gracias a las lluvias abundantes de ese año, pensé en construir un corral para ovejas y gallinas, y así lo hicimos utilizando materiales de reaprovechamiento de la misma finca.

Cuando en la primavera del 2021 llegaron Shaun, Niebla, Morgana, Haisa, Timmy y Alaegria, con un corral por estrenar y 12.000 m2 para limpiar, vi los primeros brotes verdes de un sueño que se empezaba a hacer realidad.

En las campañas de 2022 y 2023, hemos tenido el viñedo fertilizado, desbrozado y removido gracias a las ovejas ya 10 gallinas que desde mayo pasado se dedican a rascar el suelo buscando pequeños insectos y gusanos que descomponen la materia orgánica en forma de estiércol que las ovejas dejan esparcido, en elementos y nutrientes para las plantas. No sólo N, P y K, sino también Magnesio, Calcio, Boro, Zinc, etc. Un conjunto de elementos que entiendo que hacen la planta más sana y resistente a las enfermedades. En estos años he aprendido que cualquier plaga o enfermedad es consecuencia de un desequilibrio nutricional. Si lo corregimos, el fruto será sano y saludable para los consumidores.

La evidencia del trabajo bien hecho es que en un año en el que han llovido en Tiana 183 litros por m², 300 litros menos que la media de los últimos veinte años, los sarmientos son más del doble de largos que en el 2018 cuando cogí la vid. También, he conseguido evitar la erosión y perder toneladas de suelo fértil que se marchaban para labrar en exceso.

Esta es mi historia y la de nuestro viñedo y tengo muchas ganas de que podéis probar sus resultados. El resultado de una forma de entender el territorio que busca en definitiva, regenerar el suelo y tener unas cepas en equilibrio para ofrecer el mejor vino y cava. Y por qué no, también los huevos de gallinas libres en pasto los 365 días del año. Una forma de trabajar que da sentido a lo que decimos cuando levantamos las copas para brindar; ¡Salud!